Biografía

Jorge Villa García del Castillo

¿De dónde provengo yo?, ¿cuáles son mis referentes y señas de identidad?, ¿qué materia, cultura, posición social, austeridad asumida, circunstancia histórica impregna mi personalidad y colma de sentido mi actitud social, permeando mi pensamiento y demás facultades cognitivas? Son difíciles de contestar estas preguntas, estos enigmas, porque, entre otras cosas, el "yo" es un "artefacto" psicológico y cognitivo valiosísimo, que nos permite conservar una cierta coherencia personal, la ilusión de ser uno mismo, cuando el cambio es constante, inconsciente, descuidado. Pero no se puede eludir una contestación, por respeto a los lectores. Yo soy un hijo de la clase obrera, perdedora de nuestra Guerra Civil. Mi árbol genealógico está sembrado de mineros, "chachas", profesores rurales de párvulos (¡pasas más hambre, que un maestro de escuela!), amas de casa, obreros de artes gráficas y demás menesterosos que pueblan mi árbol genealógico. Soy el resultado del esfuerzo, quizás de miles de personas, cuyo objetivo básico era sobrevivir. Viví, en una corrala de Cuatro Caminos hasta los 12 años. En 1970, con mucho esfuerzo y a plazos, mis padres compraron un piso y fuimos emigrantes cercanos, donde finalizaba Madrid, mi querida Hortaleza. Todo a pulmón, nada de facilidades, que luego el cuerpo se acostumbra mal y nos echamos a la bartola. Un piso de 70 metros cuadrados, baño individual, parquet, ascensor, puertas en las habitaciones y otras "comodidades". Aquello, queridos lectores, me parecía el Palacio de Buchingham. Aproveché, la educación e instrucción pública y fui el primer universitario de la familia: DUE/Enfermero. El ascensor social funcionó, cosa que ahora es más costosa y delicada, los elementos mecánicos y equipos fijos se atoran, con frecuencia. No tengo ningún atisbo de revanchismo social, pero estoy muy orgulloso de la ética social, política y económica de la clase de la que provengo y en la que permanezco: la obrera. Vamos, que tengo clase y conciencia; ¡ahí es "na"! No me privo de nada: hermano, esposa, hijos, nueras, nietos, sobrinos, cuñados, primas, amigos y allegados (seguro que me dejo a alguien, !qué un dios desconocido me perdone!). Tuve la suerte de estudiar, en Hortaleza, con los PP. Paúles. Aquel Colegio era "otra cosa". Me ordenaron los pocos muebles que decoran mi cabeza. Ahora, voy a cumplir 63 años, y "si el tiempo y la autoridad lo permiten"; saldré por la puerta grande de la jubilación voluntaria anticipada; no a hombros, sino con la mosca detrás de la oreja. Ya saben ustedes, que de forma perpetua se habla de reformas, en castellano actual, deben entenderse o traducirse por recortes, minoraciones. Bueno, y para finalizar, que me dicen ustedes del latiguillo político de: "proceder a "implementar" equilibrios que aseguren nuestro Sistema Público de Pensiones". ¡Toma anglicismo innecesario!; ¡qué se hizo de las palabras: gestionar, llevar a cabo, ejecutar, aplicar, operar, arremangarse, acometer, etcétera! No, mejor: ¡"implementar, la implementación, de lo implementable! Después de esto, entenderán ustedes, queridos lectores, que por higiene mental, me dedique a escribir cuentos. Colorín, colorado. Como canta Joaquín Sabina: "si me cuentas mi vida, lo niego todo, incluso la verdad". Muchas gracias, amigas/os lectoras/os.

Libros de Jorge Villa García del Castillo

Tres cuentos agridulces y una canción en las vegas

En la primera narración asistimos al proceso cognitivo de un profesor de Bachillerato, que debe impartir, a finales de curso,

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