Escudo, lanza y melancolía, de Margot Pardo de Vera, es una obra que combina humor mordaz, reflexiones filosóficas y un retrato profundo de la complejidad humana. Beatriz, su protagonista, nos lleva por un viaje cargado de ironías y enfrentamientos internos, mientras navega por las pequeñas y grandes batallas de la vida cotidiana. A través de su mirada, la autora nos invita a reflexionar sobre la identidad, los valores y el sentido del vivir en una sociedad que parece no dar tregua.
En este artículo, nos sumergiremos en los matices de esta historia y exploraremos los temas clave que la atraviesan. También conoceremos más sobre el proceso creativo de Margot Pardo de Vera y cómo logró capturar la esencia de una mujer tan fascinante como Beatriz.
15 preguntas para el blog:
- ¿Qué te inspiró a crear a Beatriz, la protagonista de Escudo, lanza y melancolía?
Beatriz es la suma y el resultado de aquellas vivencias no mías, sino de todo ser humano al que le toca lidiar bajo los estigmas con los que el contexto social del siglo XXI sacude a la vulnerabilidad inherente de la condición humana. A través de este personaje he querido visibilizar y normalizar nuestras carencias y nuestros miedos, sobre todo, aquéllos vinculados con la salud mental y, por otro lado, hacer una crítica consciente a las apariencias, consecuencia, en muchas ocasiones, del sufrimiento negacionista que arrastramos.
- ¿Cómo defines el papel del humor en la narrativa de esta obra?
El humor tiene un papel protagonista en la obra, porque, igualmente, soy yo la que le da ese papel en mi vida. En ocasiones puede ser un humor absurdo, a veces humor negro, pero para mí la vida sin sentido del humor carece de toda motivación. Es el arma poderosa para canalizar las vicisitudes a las que tenemos que hacer frente día a día. Reírme de mí misma es uno de mis recursos favoritas, así como la ironía, mi herramienta más efectiva ante el conflicto.
- ¿Qué mensaje esperas transmitir a través de las experiencias y reflexiones de Beatriz?
Ni mucho menos pretendo dar lecciones ni adoctrinar a nadie, ni estoy en esa posición y creo que nadie lo está, sinceramente, en ese campo. Sí me gustaría lanzar, desde mi humilde condición, un mensaje de empatía y de generosidad, algo tan aparentemente sencillo y tan complejo en los tiempos en los que vivimos. Hemos recorrido un camino largo y difícil pero todavía hay temas tabúes incrustados que parecen que vuelven a estar presente, que por desgracia se han revalorizado. Creo que todavía tenemos mucho trabajo por delante.
- En el libro, la protagonista enfrenta constantemente sus propios límites. ¿Qué querías explorar con esta dinámica?
Por un lado, el aprendizaje de un proceso vital de ensayo-error continuo y, por otro, los peligros que conlleva esta decisión. Somos consecuencia de nuestros actos, para bien y para mal. La libertad y la valentía pueden tener un precio, lo contrario también.
- ¿Qué papel juega la nostalgia en la vida de Beatriz?
La obra comienza con la protagonista recordando, acomodada en el diván de su terapeuta, sus años de juventud, aquéllos que disfrutó y exprimió al límite. Quizás, a día de hoy seguimos utilizando y escuchando de manera recurrente eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Sin saberlo, nos remitimos a esa idea que ya plasmó Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre, allá por el siglo XV, en la poesía castellana. La tendencia, a lo mejor influenciada por el ritmo de vida que llevamos, es la de no valorar el presente, perfilar un futuro idílico y añorar el pasado. El resultado es precisamente eso, la infravaloración del presente, de nuestros logros y de una felicidad desvirtuada.
Beatriz, aún desde la inconsciencia, es ejemplo de lucha, de ganas de vivir y de valorar lo que la vida le brinda, de una manera más o menos benévola.
- ¿Cómo lograste equilibrar la crítica social con momentos de ligereza y humor en la historia?
A lo largo de toda la historia literaria se ha cultivado la mezcla de lo cómico con lo trágico, hasta nuestros días. Más allá del subgénero dramático, de la tragicomedia, y de la sátira lírica, no puedo concebir la vida sin humor. Cuidado, puede ser un arma de doble filo, elegante cuanto menos: mientras unos ríen otros reciben y sufren la parte reflexiva. Pero reír ante la adversidad, también sana.
- Beatriz menciona frecuentemente conceptos filosóficos. ¿Cuáles de ellos sientes que tienen más peso en el desarrollo de la obra?
El que rechaza el concepto de normalidad impuesto por la sociedad.
Desde Nietzsche, que “desmerece el rol de la sociedad en el ejercicio de la libertad, principalmente cuando el individuo se transforma en un simple reflejo de la opinión imperante”, hasta Foucault, pensador francés mencionado en la obra, que afirma que es el poder quien impone esa normalización para controlar a los individuos y, así, estén obligados a cumplir con su rol.
- ¿Cómo describirías la relación de Beatriz con su entorno y las personas que la rodean?
Beatriz es una mujer que resulta atractiva para los que la conocen, no tanto por su físico sino por su educación, su elegancia y su estudiada diplomacia. Detrás de esa apariencia perfeccionista se esconde la verdadera Beatriz, una mujer que lleva una mochila cargada de piedras que ha canalizado como ha podido y como le han dejado, obligada por los hechos acaecidos. Su entorno más cercano la quiere por la inocencia que transmite, por esa ternura a la que el lector se va aproximando a medida que avanza la lectura, más allá de una incipiente simpatía que destila en la primera parte y que puede resultar frívola y superficial.
- ¿Crees que la búsqueda de la autenticidad es uno de los temas centrales de la obra?
Pues claramente sí. El curso pasado, en el discurso de graduación de mis alumnos, hice hincapié precisamente en esto: “No dejéis que nadie os robe vuestra esencia, porque todos y cada uno de vosotros tiene mucho que aportar al mundo”. Y así es. Un mundo de “borregos” es realmente triste.
- ¿Qué desafíos enfrentaste al escribir una historia con tantos matices emocionales y reflexivos?
El desafío ha sido desde el principio crear un estilo propio, “una pluma” que me defina como escritora y que me ayude a soltar. Es mi mejor terapia para contrarrestar los varapalos cotidianos y de la vida en general.
- ¿De dónde surgió la idea del título Escudo, lanza y melancolía? ¿Qué simboliza para ti?
Contrariamente a lo que suele ocurrir, el título lo tuve claro desde el primer momento. Estos tres conceptos se remontan a mi época universitaria, concretamente cuando, dentro de la Licenciatura en Filología Hispánica, cursé la asignatura de “Cervantes”. Fue ahí cuando, por tercera vez, hice otra lectura de El Quijote y, posteriormente, un trabajo de investigación sobre la melancolía dentro de esta obra maestra. Si algo tiene Cervantes, es que sus obras, sus palabras, son atemporales y perfectamente extrapolables a nuestros días.
Para mí, estos tres conceptos definen a la perfección nuestra visión y consecución de la realidad: un escudo para protegernos, en sentido metafórico; una lanza para defendernos cuando nos sentimos atacados y el refugio en la melancolía de todo lo vivido.
- ¿Cómo influyen tus propias experiencias en la creación de los escenarios y personajes del libro?
Escudo, lanza y melancolía es una novela de ficción en su totalidad, si bien me remito a la explicación que le doy a mis alumnos a la hora de elaborar una redacción en el aula de carácter creativo: “cuando elaboramos un texto siempre nos inspiramos en personas, lugares y hechos conocidos, ya sean de nuestro entorno, ya sean conocidas a través de los medios, del cine, de la literatura… Toda inspiración tiene una base.
- ¿Qué importancia tiene la música y la cultura pop en el universo narrativo de la protagonista?
Para Beatriz y para el narrador de la novela la música tiene un papel fundamental. Su vida tiene una banda sonora muy bien escogida, en función del contexto emocional. La cultura, en general, es refugio y terapia, al mismo tiempo.
- ¿Qué te gustaría que los lectores se lleven al terminar el libro?
Quiero que los lectores se lleven al personaje de Beatriz dentro de sí durante, al menos, dos días. Y con él, que cada uno haga lo que considere después: guardarlo en un cajón, dejárselo a un amigo o recomendarlo para pasar un buen rato.
Creo que de esta obra pueden hacerse diferentes lecturas, en función de la perspectiva de quien lo tiene delante.
- ¿Tienes algún consejo para quienes desean plasmar personajes tan humanos y complejos como Beatriz?
No estoy en calidad de dar consejos, soy una escritora novel en cuanto a novela se refiere. Sí puedo hablar en calidad de lectora voraz cuando lo que quiero llevarme de este tipo de personajes es una posición reflexiva y empática de la que pueda encajar todas las piezas del puzzle, “de eso que llamamos vida”. Pero no sólo de la nuestra sino de toda la diversidad que conforma el género humano, que es lo que enriquece el mundo.