La batalla de una familia contra la droga en “Soledad, mi heroína”

La batalla de una familia contra la droga en “Soledad, mi heroína”

Acisclo Manuel Ruiz Torrero rescata en su nueva novela el personaje de Soledad, una madre criada en la Posguerra que ve su mundo desmoronarse cuando tiene que enfrentarse a la drogadicción de su hijo. De formación autodidacta y orígenes humildes, la vida de Soledad en Madrid cambia drásticamente cuando se entera de que su hijo Angelillo ha caído presa de una lacra que mermó a toda una generación de jóvenes en los 80: la heroína.

Igual que en su anterior libro, Soledad no solo es un nombreSoledad, mi heroína cuenta cómo una familia entera se ve afectada por la tragedia y evoluciona a raíz de este suceso. El autor reconoce que conoció de cerca las drogas. “Gente muy próxima a mí fue víctima, es un tema que conozco bien”. Por ello la novela tiene para él un cierto sabor amargo y le procuró algún que otro bajón emocional durante su escritura.

El escritor asegura que, pese al azote que provocó en los ochenta, el tema de las drogas no se ha visto muy reflejado en la literatura, no así en el cine. “Aunque en las películas de los 80 se asociaba siempre a la delincuencia, algo que, para mí, es un error”. Además, las drogas no solo afectaron a chavales de barrio, sino también a multitud de “jóvenes de familias acomodadas”, que en estos casos lo que hacían era ocultarlo como podían.

Los grandes personajes de la novela

Aunque Soledad, mi heroína cuente la evolución de una familia a lo largo de los años y cómo sus integrantes afrontan y resuelven los problemas que les surgen, los personajes centrales son sobre todo tres:

  • Soledad, la matriarca, una mujer con poca formación académica, pero autodidacta por naturaleza que tiene que cambiar obligada por las circunstancias. Su viaje emocional y vital es, junto al de sus hijos, lo mejor de la novela.
  • Rafael, el narrador. No es el hijo afectado por las drogas, sino su hermano. Obligado por su familia a ponerse a trabajar bien joven, es un gran melómano y está muy unido a su hermano Ángel. Es “el satélite que se mueve alrededor de los problemas”, según el autor.
  • Angelillo es el hijo mayor de Soledad, quien nada más terminar el servicio militar vuelve a casa consumido por la adicción.

Soledad y Angelillo “no pueden separarse”; madre y víctima están ligados y es imposible disociarlos. “Ella asume como propio el problema de su hijo”, reconoce Acisclo. Para Soledad, lo más importante en la vida es el bienestar de sus vástagos, por lo que su sufrimiento es máximo. Una de las cuestiones que pone en valor esta historia es que “la familia era tan víctima como el sufridor” en estos casos.

En los años ochenta “no se tenía apenas información sobre las drogas y su efecto”, por lo que las familias cuyos hijos se engancharon “no sabían qué hacer” ni cómo sobrellevarlo. “La historia sería muy diferente si se situara en la actualidad”, afirma el autor sin dudarlo un momento. “Se reaccionó tarde, pero finalmente se reaccionó”. Fue a finales del siglo XX cuando por fin se pusieron medios a disposición de la población para contrarrestar esta lacra y informar sobre sus estragos, lanzando importantes campañas de prevención a nivel nacional.

 

La “generación perdida”

Tal y como pasó con el sida, en los ochenta centenares de jóvenes murieron consumidos por esta epidemia, sin que nadie a su alrededor supiera muy bien qué era a lo que se estaban enfrentando. La llamada generación perdida dejó heridas profundas en numerosos hogares españoles, para siempre. Todos en aquella época tenían algún familiar, amigo o vecino en el barrio que era drogadicto o que murió víctima de las drogas. Desgraciadamente era así en muchas urbes. En la novela, por ejemplo, Rafael es atracado en un determinado momento por un toxicómano que resulta ser un amigo suyo de la infancia, un buen chaval… Por desgracia esa era la triste realidad en muchos barrios.

Pese a todo, los 80 también pasaron a la historia por ser una década floreciente en las artes: la música, el cine, la fotografía… Nuevas miradas y creaciones originales se propagaron, entusiasmando a muchos y convulsionando la sociedad de la época, que se entregaba con ansia a una libertad vedada durante la dictadura.

Como dos caras de una misma moneda, las drogas y la explosión artística de la Movida (especialmente en Madrid) definieron una década clave en la historia reciente de España. En Soledad, mi heroína se ven reflejadas las dos, especialmente en el personaje protagonista, Rafael, a quien “la música le salva la vida”.

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3 Pensamientos sobre La batalla de una familia contra la droga en “Soledad, mi heroína”

  1. Solamente leer la reseña me causa una tristeza imponente…

  2. Sabía que me iba a costar leerlo, no por el estilo sino por la temática, y aún así se hace difícil parar.
    Muy bien hilada la secuencia de capítulos.
    Enhorabuena!

  3. “Pero en realidad, no es asi. Mi padre solo tomo drogas durante cuatro anos y se suicido con heroina. Con mi madre sucedio lo mismo. Comenzo con Tramadol y esto la llevo a tomar una linea aqui y una alla”. Jacquie dice que su propia batalla contra la adiccion comenzo en la secundaria. Primero probo alcohol y marihuana, y despues comenzo a tomar drogas mas duras.

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