¡Hijo de puta, muere!

Academias, exposiciones en diferentes ciudades, colaborador como letrista musical, colaborador en guiones para gags televisivos, corrector y verificador de documentos gubernamentales para el ministerio de educación en un país sudamericano, escritor de relatos y poeta.

Siempre he pensado que lo mejor de un ser debería estar por venir, ya que así podríamos confirmar una constante evolución existencial positiva de nosotros mismos. Por ese motivo, únicamente encuentro una sola definición en mi diccionario cuando hablo de evolución: «Persona que se hace feliz a sí misma, tanto como a los demás».

Me cuesta comprender que algo tan indescriptible, a la vez sensorial como quizá el duermevela de una madre, o la poesía, no las haya creado un ser salvador, divino, perfecto. Después de más de media vida leyendo a los grandes y escribiendo como a mí me gustaría leer, no me considero poeta y creo que no lo haré jamás.

La razón fundamental es la del respeto a estos, a los grandes, a la figura del literato solemne y conspicuo, sentimentalmente profundo, arrollador, de suma inteligencia, con talento a raudales, desbordante. Por el debido respeto a los poetas así como a los genios de la narración y a su disciplina, la que considero tan imprescindible en nuestra vida, escribo, y por ese motivo doy las gracias a esta orden todopoderosa.