Si ya habéis averiguado de qué va este cómic, no hace falta ser Albert Einstein para imaginar qué es lo único que queréis saber. ¿Padece enfermedad mental? ¿Cuál? ¿Qué es lo que tiene? Os tengo calados, ¿eh? Queréis mi etiqueta como buitres que se lanzan a la carroña, no lo podéis evitar. Bien, os daré lo que queréis, sin que sirva de precedente. Sí, tengo trastorno límite de la personalidad. ¿Os sentís más realizados? ¿Vuestra vida ha cambiado en algo? Ahora puedo presentarme yo. Nacida en el año 1989 en una familia obrera, empecé a mostrar signos de ser una persona muy creativa desde muy temprana edad, tanto en los dibujos que hacía como en las cosas que escribía. Mi primer relato lo escribí a los seis años, y yo misma me encargué también de hacer las ilustraciones. Dado que era una niña muy débil y tenía problemas en la pisada, decidieron apuntarme a Judo antes de someterme a una cirugía, por si el ejercicio mejoraba mis pies y piernas. Así fue. Luché y luché, cayéndome mil y una veces, pero mi problema se solucionó. Y no solo eso, sino que encontré en las artes marciales una forma sana de liberar toda esa frustración que llevaba dentro, gracias a un profesor maravilloso que me enseñó que el artista marcial no lo es solo dentro del tatami, sino también fuera de él, y que la filosofía del Judo se lleva a cada segundo y en cada situación. Nunca he dejado de formarme en artes marciales, igual que nunca he dejado de escribir ni de dibujar. Otra de mis pasiones es el tatuaje, que también ha sido mi profesión durante gran parte de mi vida. Estoy casada con una mujer maravillosa de la que cada día estoy más enamorada y que, además, se ha prestado como modelo para hacer de uno de los personajes de este cómic. Sí, habéis acertado, el otro personaje principal soy yo (no os pongáis ninguna medallita, no era difícil caer en ello). Bien, creo que ya me conocéis un poco más. Ahora os lanzaré una pregunta: ¿Mi etiqueta os era tan necesaria, o lo habéis pasado mejor leyendo todo lo demás?
— L. Baz Martín