Mujeres incómodas, mujeres libre-pensadoras, mujeres dueñas de sus cuerpos, mujeres rebeldes, mujeres liberadas… Son muchas las producciones artísticas que han retratado la persecución generalizada de mujeres en la Edad Moderna por parte de los poderes civiles y la Iglesia.
Con motivo del Día Internacional de la Mujeres, nos hacemos eco de la llamada “caza de brujas” de los siglos XVI y XVII, que no fue más que un intento patriarcal de dominar a las féminas que se salían de la norma, de su papel de cuidadoras, y que no encajaban en los convencionalismos sociales del momento.
Uno de nuestros últimos lanzamientos de ficción, Un refugio en el tiempo, también aborda en una parte de su trama esta “caza de brujas”. La novela recoge varias líneas temporales, diferentes historias que conectan con el presente. Una de ellas tiene lugar en Terrassa en 1619 y es la historia de seis mujeres acusadas de brujería y condenadas a la horca.
Evoca al suceso de las Brujas de Salem, las ejecuciones públicas de miles de mujeres en Norteamérica en el siglo XVII acusadas de practicar brujería, rituales satánicos y diabólicos. Esta huella negra en la historia de los Estados Unidos ha sido llevada al cine en muchas ocasiones, reflejada en series, cómics o todo tipo de literatura en general.
Las mujeres, una amenaza
Este genocidio mundial de mujeres no fue más que un intento de limitar a aquellas que eran percibidas como una amenaza. Reflejo de una sociedad machista y misógina, llevó a la ejecución y tortura de muchas mujeres que trataban de liberarse del control de los hombres o simplemente de ejercer su independencia. Mujeres que pensaban por sí mismas, que no se casaban con ningún hombre o que no querían reducir su condición a la de mera cuidadora o amante, eran tachadas de peligrosas y condenadas injustamente por sus propias comunidades.
Desde las brujas de Macbeth a la moderna Sabrina de los tebeos de Archie, el mito moderno de la bruja ha llenado miles de páginas o minutos de metraje en estas últimas décadas.
En el plano audiovisual, dejando a un lado películas de culto como Las Brujas de Eastwick o La letra escarlata, hay producciones artísticas recientes que siguen explotando este interesante mito. En el cine, la última fue La Bruja, película de terror de Robert Eggers (director de la reciente El Faro) que reflejaba bien el oscurantismo de los puritanos colonos cristianos de la Nueva Inglaterra (EEUU) del siglo XVII. La “víctima” en este caso era la hija adolescente de un matrimonio extremadamente religioso, cuya granja se situaba cerca de un bosque que las leyendas calificaban de “demoníaco”.
El “empoderamiento” de la bruja
El movimiento feminista reivindica ahora la figura de la bruja y la hace suya, como ejemplo de mujer empoderada, libre y sin ataduras. En el terreno fílmico, lo hemos podido comprobar recientemente en la serie de Netflix, Las escalofriantes aventuras de Sabrina, personaje del cómic Archie, del publicista John L. Goldwater.
En esta última adaptación, mucho más oscura que la comedia de los 90, Sabrina es una bruja adolescente que no se deja doblegar por ningún hombre, ni siquiera el mismísimo Señor Oscuro. Además, la serie está llena de personajes femeninos fuertes y determinantes en las diferentes tramas, principales y secundarias.
Otra serie, basada en la famosa novela de Margaret Atwood, que ha rescatado la caza de brujas puritana de esa época es El cuento de la criada, donde hasta las mujeres condenadas a ejercer como esclavas sexuales llevan atuendos similares a los de la época colonial.
Esta producción ha influido mucho a las mujeres de todo el mundo, desarrollándose paralelamente al movimiento “Me too” y demás reivindicaciones feministas de talla global. Tal es así que siempre es fácil ver en cualquier manifiestación los característicos trajes rojos con cofia blanca.
