Iniciarse en el fascinante universo de la literatura resulta más sencillo cuando se eligen las obras adecuadas.
Por usar un símil de Rafael Sánchez Ferlosio, hay escritores que saben tejer (escribir) y otros que saben hacer jerséis (escribir novelas). Es bien sabido y altamente recomendable que todo aspirante a diseñador se pruebe todas las prendas de vestir del mercado, a no ser que quiera salir a la calle en paños menores. Hay que tantear las prendas ceñidas, las ligeras, las cálidas y transparentes e incluso las que esconden un puñal bajo la manga, hilos descosidos u otras trampas. Es necesario admirar la calidad de sus telas y la textura, a veces suave y otras rugosa, para saber qué tienen tan especial que nos hace estremecer. Y, tal vez, en algún momento, lo comprendamos.
La primera vez es de vital importancia. Tengo la firme convicción de que igual que hay cierta química entre los cuerpos que se funden, hay un libro a medida para cada persona. Hay novelas que nos leen antes de que abramos la portada y, por alguna razón, sabemos que han caído en las manos correctas. Sí, algo así como las varitas de Harry Potter. Una vez hecha la radiografía, no hay vuelta atrás.
Por esa razón, cuando uno se propone adentrarse en la literatura de los grandes maestros, ha de meditarlo bien antes de coger al azar uno de esos tomos que tanto intimidan. No empecéis por la densa literatura rusa, si os tenéis alguna estima.
Desde Editorial Autografía, queremos que vuestro viaje sea liviano y apetecible. Por eso, os presentamos tres obras perfectas para que os adentréis en este nuevo mundo y no queráis huir a medio camino.
Los vagabundos de la cosecha, de John Steinbeck
Así como la historia oculta de Madame Bovary se halla en las cartas que Flaubert enviaba casi a diario a Louise Colet, y los diarios de Virginia Woolf y de Katherine Mansfield dan cuenta de la minuciosidad del estado de ánimo con que sus autoras se embarcaban en la creación de una nueva novela, Los Vagabundos de la cosecha, además de ser un espléndido y airado alegato social en formato periodístico, puede leerse como un preliminar de Las uvas de la ira, la polémica obra por la que John Steinbeck recibió el Premio Pulitzer en 1940.
Con una prosa sencilla y que denota gran sensibilidad y un acuciado sentido de la justicia, este poliédrico escritor dibuja como, a causa de la sequía y las tormentas de polvo que asolan el Medio Oeste, miles de agricultores cruzan estados enteros en viejos automóviles renqueantes, para toparse allá donde van con la antipatía atávica del lugareño hacia el forastero.
Los vagabundos de la cosecha es un volumen ligero y muy útil para zambullirte después, sin excusas ni flotador, en el universo de Las uvas de la ira.
Para los fanáticos del periodismo de investigación, os recomendamos también A sangre fría, de Truman Capote, que constituyó en su momento un nuevo género literario: la nonfiction novel.
Orgullo y prejuicio, de Jane Austen
“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”. Todo británico que se precie reconoce en estas palabras el comienzo de Orgullo y prejuicio, la célebre novela de Austen y un buen lugar donde sentarte a pasar el rato y descansar tras el martirio de intentar leer a Boris Pasternak (no tuvimos un buen primer contacto, pero intento remediarlo).
¿Por qué leer Orgullo y prejuicio primero? Porque la lengua afilada de la adorable Elizabeth Bennet, junto con el mal genio de Mr. Darcy y un estupendo retrato de la sociedad de la época como telón de fondo configuran una historia de amor que ha conquistado a los amantes de la literatura generación tras generación.
Emma o Sentido y sensibilidad son otras novelas de Jane Austen que igualmente te encandilarán. Si quieres optar por otras autoras, Cumbres Borrascosas de Emily Brontë o la poesía de Emily Dickinson son alternativas ligeras y plausibles.
La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson
Tras el relato periodístico y el tórrido romance llegan las peripecias de Jim Hawkins, del capitán Smollett, de Long John Silver y del resto de los tripulantes de «La Hispaniola». La isla del tesoro ha significado para varias generaciones no solo la cristalización de los sueños juveniles de aventuras, sino también la realización literaria del ansia de escapismo que anida en todo ser humano.
Un clásico entre los clásicos de la novela de aventuras que estimulará tu imaginación: barcos voladores, un mapa del tesoro, refriegas entre piratas y un niño que se convierte en hombre. Ideal para despertar a las mentes adormecidas.